Calor
Hoy hace calor.
Y ya sé que un diez de Junio de un verano bañado por un sol invencible lo más natural es que haga calor. Pero no me refiero a eso, hoy hace un calor que no es culpa de Junio ni del verano ni del sol que se acerca peligrosamente a nuestras coronillas mientras coquetea con un solsticio de verano que es del todo inevitable.
Hoy hace un calor diferente. Hace un calor pegajoso y sombrío. Un calor huraño que carece del cénit del día y de los farolillos nocturnos. Es un calor que parece un saco de tierra. Pesado, insípido y asfixiante.
Un calor que si uno lo pudiera masticar la boca le sabría a asfalto. Un calor que si uno lo pudiera regar sólo daría desierto. Un calor que parece una pared de ladrillos. Un calor sarcástico y pútrido. Un calor que se las apaña para meterte un puñetazo en la boca del estómago. Un calor que si pudiera mirarte a los ojos te diría "te vas a morir algún día".
Un calor que parece un ataúd.
Un calor al que acaricio despacito el hombro antes de decirle "hola". Y también, "te había echado de menos".
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