Arquitectura

 




Una responsabilidad que se tiene, como escritor, es la de construir el arco dramático de tus personajes. Uno ha de decidir dónde comienza, sobre qué cimientos se asienta, qué cantidad de valentía lo aleja del suelo y con qué clase de sonrisa se mofa de la gravedad. Ha de decidir, también, qué clase de simetría lo abraza, cómo es su vacío interior, cuánta certeza cabe en su caída y cuál es su punto final.


Uno ha de elegir si el arco será de medio punto o si será ojival. Y plantearse si es el momento de atreverse con uno polilobulado. Uno ha de mirarse fijamente en el papel y darse cuenta de si más que un arco es una bóveda; o si lo que tenemos entre manos es, en realidad, una cúpula sobre trompas. Ya sabéis.


Y es que todo es importante cuando se levanta un arco dramático. Se han de tener en cuenta los capiteles, los sueños y las piedras. Se han de sopesar los miedos y la argamasa.


Uno ha de considerar que, quizá, la mejor opción sea mandarle los volúmenes de granito al personaje y dejar que se construya el arco que más le guste. O, qué demonios, observar desde la distancia cómo se va tirando él solo piedras sobre su tejado hasta que tiene las suficientes para hacer una chapuza inmensa, curvada y preciosa, apuntalada por arbotantes y errores y muchísimas ganas de vivir.


(Esto último es, supongo, lo que decidieron para mí cuando se pusieron a escribirme).




Nota: Esta entrada forma parte del proyecto "El Club"en el que un grupo de escritores y escritoras se encuentran en la literatura. Este texto es mi contribución. Podéis leerlo aquí también: 

https://elclub36.wordpress.com/2021/09/13/arquitectura-nakedmanxy/

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