Carta blanca

 


Escritor, que yaces en el sofá del salón, perdido en las profundidades del techo. Que recorres las calles de la ciudad, sin destino aparente; y te paras a mirar las fachadas de los edificios, y te imaginas subido a las copas de los árboles, y adviertes la existencia del alcantarillado. Que esperas tu turno en la cola de la frutería mirando al vacío, cándido, suave como la piel del melocotón. Que llevas la ropa de la lavadora a la secadora, o la tiendes, esperando que el aire se lleve la humedad y los recuerdos obstinados. Que caminas los pasillos del supermercado de la esquina, incapaz de decidirte entre qué pan de centeno comprar; o si es una mejor inversión acogerse al pack de botellines de cerveza (y la oferta consecuente: por la compra de dos, llévese treinta botes de melancolía). Que, cada día, te paras delante de la librería que abrieron en tu calle para sentirte diminuto. Que estás tan acostumbrado a rendirte que al folio en blanco le has puesto mástil. 


Escucha, escritor (que te has dado por vencido):

Los papeles sobre el escritorio imaginan tus textos.

¡Los paneles publicitarios están pensando en tus letras!

¡¡LOS MUROS BLANCOS SUEÑAN CON TATUARSE TUS PALABRAS!!


Comentarios

Entradas populares