El sentido de la vida

 


Que si la vida tiene sentido, me pregunto yo a veces. La vida. Que si tiene sentido. Me agarro de los hombros (a mí mismo), me zarandeo un poco y me pregunto: ¿tiene la vida sentido? Esta vida tan inmensa y tan lúgubre y tan fantástica que tenemos, ¿tiene sentido?


Ahí es cuando normalmente me da por pensar en las veces en que he sido feliz. En los rincones calentitos de la memoria. En aquel beso, aquél. En la palabra al oído, en la penúltima cerveza, en la posibilidad de lo inexplicable, en la madrugada en llamas. Me da por pensar en aquella vez en que los vértices del cuadrado nos juntamos a la orilla de un viernes noche para arreglar el mundo y aullarle a la luna. Yo qué sé. Me da por pensar en un abrazo desprovisto de ropa (y provisto de corazón). Me viene a la cabeza el pódium, la música altísima, el escenario redentor y los párpados del horizonte. Me asalta aquel "te quiero" de voz rota y esperanza. El mundo entero. Me acaricia la risa. Me cosquillea en el vientre la magia infante. Me vienen a ver los recuerdos más suaves. Me da por pensar que sí. 


Que la vida sí tiene sentido. Que la vida tiene el sentido que le damos nosotros y yo se lo he estado untando por todos lados de un bonito que tira para atrás.


El problema de esto es cuando se me olvida.


Cuando me cojo por los hombros, me zarandeo sin parar, y sigo sin respuesta. Cuando el listado de cosas buenas se esconde y no me quiere ni ver. Cuando el sí desaparece de la partitura. Cuando me aterrorizo a mí mismo. Cuando los escombros campan a sus anchas. 


Cuando soy un imbécil sin réplica por más que me zarandee. 


Se pone jodido el asunto, entonces. Me da una barbaridad de rabia haberme hecho la pregunta en primer lugar. Y, al mismo tiempo, me voy hundiendo poco a poco en este naufragio propio. Poco a poco (cada vez más profundo). Me voy enterrando en este naufragio y lo hago casi sin darme cuenta. Se me funden las luces y se me enmaraña la garganta y se me pudren los sueños. Qué pregunta más descomunal y más manchada de petróleo y vacío. Qué pregunta. Qué pregunta más miserable.


Menos mal que el universo siempre acaba por apiadarse y decide recordarme que sí (que la vida tiene sentido, que tiene el sentido que le damos nosotros y yo se lo he estado untando por todos lados de un bonito que tira para atrás).


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