Los poemas pequeños

 






Mis poemas preferidos son los poemas pequeños.

 que no han de ser confundidos con los poemas cortos 


Los poemas pequeños que son esos que caben en la palma de una mano. Que caben en la punta de unos dedos. Y nunca se caen del bolsillo. Los poemas sin pestillo. 

Los poemas pequeños tienen la inmediatez del instante y caben en décimas de segundo. Caben en las manecillas del reloj. Caben, incluso, en la mesilla de noche. Caben hasta en los pies de página de los pies de página de los literatos. Se les ha visto caber en la madrugada. Y caben en la luna, los poemas pequeños, en la luna nueva y la llenan. Caben en las nanopartículas y en la fórmula del oxígeno. Se han llegado a ver, poemas pequeños, al microscopio. A vista de pájaro se han llegado a ver. Caleidoscópicos. Los poemas pequeños pueden circunscribirse a los límites infinitos. Los poemas chiquitos, caben en los diminutivos del lenguaje y no precisan de él. Caben en borbotones y pleitesías. Caben pintados en las paredes y en la viva voz. Caben en la boca, los poemas pequeños. En la forma de besar y el fondo. Los poemas pequeños se han encontrado en lunares de estrella. En planetas de espalda. En júbilos clavículos y primeras personas del plural del verbo sentir.

Me gustan, los poemas pequeños, porque a diferencia de los grandes no necesitan texto. Los poemas pequeños no necesitan autor, ni público alguno. No necesitan mánager ni secretario ni representante de los susodichos. No necesitan escenario ni atril tampoco, ni tinta siquiera, no necesitan papel. Los poemas pequeños no precisan de terminal telefónico o máquina de escribir, no subyugan su existencia a instrumento de escritura alguno. Y aún así caben.

La verdad: no sé qué hacemos todos tan engreídos escribiendo poemas grandes y poemas largos y poemas gruesos, teniendo tan a mano los otros; los que caben siempre, los poemas pequeños.



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