Viajar








La primera vez que aprendí a volar
me fui tan lejos
que no supe volver a casa,
nunca.

Y sin embargo,
cada vez que aterrizaba
la encontraba entre mis pasos.


A fuerza de tropezar,
la segunda vez que aprendí a volar
tenía tanto miedo
que no dije adiós
para no llorar

y desde entonces siempre llueve cada vez que me marcho.


Así me pasa que llego a los sitios:
empapado de mundo.

Y muerto de frío.


Historia de nunca acabar,
la tercera vez que aprendí a volar
se me olvidó cómo dejar de hacerlo.
Me hice hogar entre caminos,
y una maleta de sueños.

Aprendí a vivir con las manos
y a morir
cada madrugada.

Aprendí a leer historia en las miradas de los viandantes
y a escribir
como escriben los mayores,
dejando las huellas por dentro.


Así me pasa que llego a los sitios:
empapado de mundo.

Y sin haberme ido del todo.



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